Hasta hace un tiempo, la obtención de células madre embrionarias requería la destrucción de embriones; pero Shinya Yamanaka contribuyó a esquivar el debate moral con un gran descubrimiento: Yamanaka demostró que las células normales de la piel humana podían reprogramarse genéticamente para que se comportaran de manera equivalente a las células madre. Las “células madre pluripotentes inducidas" (iPS) así creadas parecen ser esencialmente idénticas a las embrionarias y poseen la capacidad de poder llegar a convertirse en cualquier tipo de célula.
Tras cuatro años de experimentos, Yamanaka descubrió 24 factores que, una vez añadidos a una célula ordinaria de fibroblasto de ratón, y sometida a los procedimientos de cultivo adecuados, proporcionaban células pluripotentes. Ninguno de estos factores era capaz de realizar por sí solo esta tarea: el secreto residía en la combinación específica de 4 genes.
Ya se han derivado las células iPS a una diversa gama de tejidos (hígado, estómago, cerebro, piel, músculo, intestino y cartílago, así como neuronas dopaminérgicas y células cardiacas que laten al unísono).
A pesar de todos estos avances, dos grandes problemas de seguridad vedarán las aplicaciones clínicas de las células iPS durante algún tiempo. El primero es que un factor de transcripción empleado fomenta el cáncer. El segundo problema lo constituyen los vectores utilizados para despachar los genes a las células blanco: retrovirus; por lo que el proceso acaba produciendo células madre repletas de virus. Además, los retrovirus pueden inducir en las células mutaciones causantes de cáncer.
En estos años este campo ha evolucionado enormemente, y se espera poder investigar cómo pueden ayudar las células iPS a predecir los efectos secundarios de los fármacos, así como a elucidar cuestiones referentes a la toxicología y a los mecanismos de las enfermedades.
Fuentes:
HORNYAK, T. (febrero 2009) Marcha atrás del reloj celular. “Investigación y ciencia” (pág. 34 – pág. 35)
Paula Macía Moreno.