Este artículo nació cuando la posibilidad de que una persona sana contrajese una infección bacteriana letal se hizo real. Un equipo dirigido por Monina Klevens, de los Centros estadounidenses de Prevención y Control de Enfermedades, informaba que la cepa SARM era responsable de 19.000 muertes al año en EEUU, mortandad superior a la causada por el SIDA.
Denominamos SARM a una cepa de Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (uno de los fármacos más potentes del arsenal antibiótico actual). La aparición de resistencias crea la necesidad incesante de antibióticos nuevos. La meticilina (derivado de la penicilina) fue introducida en 1959 para tratar infecciones provocadas por cepas bacterianas que se habían vuelto resistentes a la penicilina; un solo año después se han observado cepas de S. aureus resistentes a la meticilina.
La cualidad más perniciosa de la SARM es su resistencia frente a unos de los antibióticos principales, los beta-lactamos (cefalosporinas y variantes de la penicilina, entre otros): los estafilococos producen una enzima que escinde y destruye los fármacos. Ciertas cepas de SARM han adquirido ya resistencia frente a vancomicina, el más eficaz de los antibióticos mencionados.
Las cepas de S. aureus vancomicín resistentes (SAVR) emergieron de cepas de SARM que habían adquirido un conjunto de 5 genes que viajaban en bloque, los cuales les confirieron la resistencia. Los enzimas codificados por esos genes permiten a las SAVR reemplazar las dianas de vancomicina en la pared bacteriana por una estructura variante para no permitir la unión del antibiótico.
La substitución de la diana de un antibiótico constituye sólo una de las 3 estrategias principales que las bacterias adoptan para evitar la muerte. Otra estrategia se basa en el ataque del antibiótico: numerosos genes de resistencia codifican un enzima que destruye o altera el antibiótico y lo torna ineficaz. Una tercera posibilidad es la expulsión del fármaco: ciertos genes codifican las instrucciones para una bomba que se instala en la membrana celular y excreta las moléculas del antibiótico que penetra en la bacteria, evitando así que la concentración de antibiótico en el soma celular sea suficiente para provocar la muerte de esa célula. Con frecuencia, la transferencia de dichas resistencias se vehiculan a través de plásmidos.
Las estrategias actuales para el desarrollo de antibióticos se basan en la modificación de los ya existentes o en el descubrimiento de otros completamente nuevos. La modificación química de antibióticos naturales proporciona antibióticos semisintéticos, con la “carga explosiva” intacta y la periferia modificada. Hallamos un ejemplo en las tetraciclinas, antibióticos que inhiben la actividad de los ribosomas. A pesar de que la modificación de antibióticos conocidos ha constituido una estrategia fructífera, importaría más el descubrimiento de clases de antibióticos enteramente nuevas, ya que es menos probable que sufran un rápido incremento de resistencias, auténtica plaga de las sucesivas generaciones de antibióticos existentes.
En años recientes, la investigación se ha orientado sobre todo hacia la identificación de enzimas esenciales para el metabolismo bacteriano, con la esperanza de que en las bibliotecas de compuestos químicos figuren ya moléculas inhibidoras de estas enzimas vitales, aptas para su conversión en fármacos. Primero se determina el efecto que tendría sobre la bacteria la pérdida del enzima, y después se secuencia el genoma bacteriano y se silencian los genes que codifican para ciertas enzimas claves, para ver si la bacteria sobrevive sin ellas.
Fuentes:
Walsh C. T. & Fischbach M. A. (diciembre 2009) Nuevas tácticas contra bacterias resistentes. Investigación y ciencia. (pág. 22 – pág. 29)
Paula Macía Moreno.
viernes, 26 de noviembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Hola Paula, la noticia que publicas me resulta muy interesante, porque además hice un trabajo sobre plásmidos R y resistencia a antibióticos, y conozco el tema. Añadir a lo que mencionas que en los últimos años se están buscando nuevas fuentes de moléculas con poder antibiótico en microorganismos marinos, cuya importancia va en aumento. Como ejemplos recientes: goniodomina A y didemnina B.
Un saludo, María Álvarez Satta
En efecto María, ahora se buscan en los océanos genes que faciliten la investigación contra infecciones, enfermedades, o simplemente que aporten un beneficio económico porque producen una proteína de interés comercial... es un campo emergente que si no me equivoco, algunos lo denominan "biopiratería".
A ver si la "biopiratería", a parte de hacer que Craig Venter se haga más millonario, aporta la solución a algún problema de salud pública.
Paula Macía Moreno
Publicar un comentario