Hace 10 años, científicos de EEUU analizaron dos tipos de vacuna para determinar su eficacia frente al virus del VIH. Una de las vacunas estaba compuesta por plásmidos (su objetivo era desencadenar en las células del receptor la síntesis de proteínas víricas, para provocar una reacción en el sistema inmune. El otro tipo de vacuna empleaba el adenovirus, portador de un único gen del VIH. Weiner esperaba obtener excelentes resultados demostrando la capacidad de los plásmidos para inducir inmunidad contra patógenos. Esto no fue así ya que los receptores de la vacuna de ADN no respondieron o mostraron una respuesta inmunitaria débil contra las cinco proteínas del VIH, mientras que los receptores de la vacuna con el adenovirus manifestaron una reacción intensa.
Debido al éxito en los ensayos con el adenovirus, en el 2007 la compañía farmacéutica Merck inició un gran ensayo clínico con una vacuna contra el VIH, empleando el Adenovirus AdHu5 para suministrar genes del VIH. Unos 300 VIH-negativos recibieron una inyección de la vacuna o del placebo. Pero conforme avanzó el estudio se observó que las personas vacunadas no estaban más protegidas que las que habían recibido el placebo, y parecía incluso que eran más vulnerables a una infección por VIH.
Por todo ello, los científicos se esforzaron en impulsar la actividad de los plásmidos. Se pensaron nuevas formas de introducción en las células.... y entre los últimos logros destacan los nuevos métodos para la administración de la vacuna, que consiguen transferir los plásmidos a un número bastante mayor de células (inclusive las células inmunitarias). Los parches transdérmicos y otros sistemas sin agujas que utilizan aire comprimido para inyectar la vacuna, introducen los plásmidos en la piel, donde abundan las células presentadoras de antígeno, un tipo de células inmunitarias. Para obtener un resultado similar al de las vacunas administradas mediante una aguja en el músculo o la piel, se aplica acto seguido una electroporación (impulsos eléctricos que provocan la formación de poros transitorios en las membranas, con lo que se facilita la entrada de los plásmidos en las células).
También se han mejorado las construcciones gen-plásmido mediante diversos refinamientos en las secuencias de ADN de los genes que portan. La optimización de codones implica deletrear las instrucciones del gen de forma que la célula ejecute más fácilmente.
Después de todo tipo de ensayos, como mejora final de la vacuna, consistiría en emplear un adyuvante (sustancias añadidas a las vacunas que actúan potenciando la respuesta inmune). Un aspecto relevante de las técnicas basadas en el ADN sería la posibilidad de incorporar en el plásmido de la vacuna un adyuvante. De este modo se evitaría añadir adyuvante a la formulación final de la vacuna, algo que a veces genera preocupaciones.
Todo esto está teniendo mucha relevancia en estos últimos años, ya que la estrategia basada en el ADN promete usos que van más allá de la vacunación clásica, entre ellos, la administración mediante plásmidos de algunos medicamentos de inmunoterapias contra el cáncer.
Referencias bibliográficas:
-DNA VACINES FOR HIV: CHALLENGES AND OPORTUNITIES. David A.Hokey y David B.Weiner en Springer Seminars in inmunopathology, vol. 28, nº3, págs 267-279; noviembre de 2006.
-Investigación y ciencia. Septiembre 2010.
Autor: Sandra Rica Taboada
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